Tranza Poética

"Creo que cada poema es un mundo. Un mundo y aparte. Un territorio cercado, al que no deben penetrar totalmente indocumentados, los huecos, los desapasionados, los censores, los líricamente desmadrados. Un poemínimo es un mundo, sí, pero a veces advierto que he descubierto una galaxia y que los años luz no cuentan sino como referencia, muy vaga referencia, porque el poemínimo está a la vuelta de la esquina o en la siguiente parada del Metro. Un poemínimo es una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza. Y no lo toques ya más, que así es la cosa. la cosa loca, lo imprevisible, lo que te cae encima o tan sólo te roza la estrecha entendedera -y ya se te hizo".
Efraín Huerta

2 de octubre de 2006

En la nuca

- El mundo está justo detrás de tu nuca, ¿lo sientes? No, que lo vas a sentir, ni siquiera imaginar. Siempre has sido el mismo que los demás pretenden que seas.

- No se trata de sentir nada. Cuando se sabe que ahí está como algo inevitable, no es necesario saber nada más. Siempre con tus complicaciones. ¿No puedes aceptar el mundo sin exigirle ideas a cambio.

- Estás muerto, Ignacio.

- ¿Y quién no lo está? ¿Tú crees que porque hablas estás vivo? Vaya equivocación. Eres muy... inocente. Sí, inocente, eso es lo que eres. Nunca se te ha ocurrido que eres un muerto o espíritu que camina en los dientes de otro que también se cree muy vivo pero que en realidad es un muerto más que forma parte del polvo de alguien que vivió realmente. Mira que eso de creerte verdadero.

- Mejor cállate ya que este frío cala como tú. Ya son dos días que no nos traen ni un pan duro. No han asomado ni puta palabra. Haber cuánto duramos a este paso.

- Y para qué quieres durar. Un millón de veces meter el cuerpo en la misma mierda. Es verdad que de vez en cuando debemos hacerlo y sangrar un poco, pero nosotros ya no tenemos ni una gota de sangre. Sería mejor estar muertos y que esto sólo sea un paso a algo más grande y menos inmundo y mañana, que puede ser dentro de mil años o hace cien, vos estés del otro lado del mundo, no el de la nunca (¿por qué detrás?), mejor en los ojos o la nariz o si quieres la boca.

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Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

Julio Cortázar