Tranza Poética

"Creo que cada poema es un mundo. Un mundo y aparte. Un territorio cercado, al que no deben penetrar totalmente indocumentados, los huecos, los desapasionados, los censores, los líricamente desmadrados. Un poemínimo es un mundo, sí, pero a veces advierto que he descubierto una galaxia y que los años luz no cuentan sino como referencia, muy vaga referencia, porque el poemínimo está a la vuelta de la esquina o en la siguiente parada del Metro. Un poemínimo es una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza. Y no lo toques ya más, que así es la cosa. la cosa loca, lo imprevisible, lo que te cae encima o tan sólo te roza la estrecha entendedera -y ya se te hizo".
Efraín Huerta

8 de enero de 2007

Confesiones (2a entrega)

A Laura con G

Porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
M. Benedetti.


He de confesarte que yo había descartado toda posibilidad de tu presencia en mis acostumbrados desvaríos de una tarde cualquiera. Me trataba de convencer a mí mismo repitiéndome al infinito: “cada vez iré sintiendo menos y olvidando más”. No obstante, en el subsuelo irracional que desmiente nuestros actos obligados y embusteros, allí, en ese fondo duramente veraz y voraz, no estás nunca descartada.

Entonces te soñé otra vez a la menor provocación. Apenas nos separaban unas cuadras ese viernes, después de esa tarjeta y el abrazo, apenas te alejabas y mi pena te extrañaba y gritaba ser, pese a todo, otra cosa más honda y cierta por detrás y por debajo. Y es que ese abrazo –cualquier abrazo para ti, lo tengo claro– de diciembre y “un placer” (¿recuerdas?)… Tú subiéndote a tu carro y yo lleno, completamente lleno y contenido de unas enormes ganas por abrazarte otra hora más y susurrarte como entre sueños que aquí estoy y que por vos sigo con el pecho ardiendo y con un mundo del otro lado del mundo para vos y para mí sobre la palma de mi mano.

Me resigné a no decir nada ante la sospecha de que no me hablarías (como cuando la primera confesión) al volver en enero o tal vez esa misma tarde, y no me quedó sino desear y desear y jugar de nuevo a imaginar, tan sólo imaginar. Me vi golpeando a tu puerta y te supuse recibiéndome –sí, exactamente así– con esos ojos reticentes y tus labios invencibles a punto de burlarse, me decías: “te esperaba”. Luego cerrabas la puerta y el mundo entero era inexistente. Porque de ahí no salía nunca, nunca, nunca, aunque el tiempo se hartara de correr. Yo me sentaba en el sillón y descubría a mis anchas tus ojos y tus caderas y luego tomaba con mis manos tu rostro y tu cuerpo entero y después de contemplarlo durante cuatro siglos, lo depositaba con cuidado, con ternura, sobre mi pecho.

No. No tienes que decir nada, ni siquiera pensar algo. Esto es muy mío, una vacilada sólo para mí. Mira que ponerme a soñarme esperándote en un café con una caja de chocolates y mil abrazos o en una esquina con un ramo de flores y esta carta. Mira que pensar que me querrías por pegar un brinco de aquí al otro lado la ciudad sólo porque vos me lo pides. No, no, no. Sé que estallar con tu figura no basta. Sé que nada de lo que haga es suficiente porque para empezar eres como esa estrella que ni siquiera sabemos –sé– que existe. Eres eso tan hermoso –tan increíblemente lindo– que te pienso muy lejos y distante y a la vez reconfortante hasta el suspiro.

La tuya es una belleza que, no sé, lo deja a uno pasmado por cuadras y cuadras hasta que por tanta distancia uno piensa que nada fue verdad. Tienes una belleza que de una manera silenciosa le encanta la vida al otro, aunque sea por un instante, aquél en que tu cuerpo ágil y radiante se desliza por el aire frente a uno y el tiempo se hace trizas y las angustias van cayendo en pedazos y las estrellas que crispan el alma se desbaratan una por una a lo lejos en el cielo. Por eso no te pido más; no te pido nada en realidad.

No me hace falta pensar en la fórmula, el secreto, la estrategia para acercarme a ti. Me basta con tu contoneo, tu manera tan misteriosa de salir del elevador y encender la luz de tu oficina y a veces –pocas veces– saludar. Tú y tu manera de desplazarte, tus pasos, tu meneo tan dulce y enérgico son suficientes. Basta con que te aparezcas y sonrías orgullosa y tierna, dulce y digna. Es todo lo que necesito para que me reinventes las utopías. Tampoco hacen falta tus desdenes, tu soberbia y ese mandarme a los suburbios de tu vista. Tú y esa costumbre de burlar(te) y evadir estas pobres ansias mías por verte y saber que estás ahí, lejos pero ahí, donde puedo contemplarte desde mi escritorio con los sueños colgando como baba. Está de más esa manera tuya que tienes de relegarme y arrastrarme tan indiferente por semanas enteras hasta donde apenas y me levanto para volver a mirarte y otra vez desvanecerme.

Incluso estas palabras eran innecesarias porque yo frente a vos siempre saldré perdiendo y no quedaré tranquilo como se supone quedan los confesos. Te has pegado tan al fondo que siempre me iré en las noches a caminar por ahí y a soñar un rato que en una de esas, un buen día por la mañana, te encontraré dentro de mi habitación. Pero sólo soñar un rato para que al otro día en punto de las diez pueda otra vez callar e improvisarme un semblante y escucharte llegar por el elevador y mirar desde lejos cómo enciendes la luz de tu oficina y estas ganas eternas y cobardes de volver a confesártelo todo.
Israel Piña

6 comentarios:

Anónimo dijo...

SE NOTA K ERES UN CHAVO K NECESITA COMPRARSE UN GATO, NO UN PERRO, NI UN COTORRO Y, MUCHO MENOS UN MURCIEGALO, UN GATO, LEELPO BIEN, UN GATO, BUENAS TARDES, QUE DESCNSES

P.D. UN GATO

Anónimo dijo...

XXX..XX.X..X.X--XXXXX---XXXXXXXX..0

Tuna Lara dijo...

híjole... cómo no me llamo Laura...

:)

nomamar dijo...

Ahora entiendo muchas cosas, Isralenin. Las chelas de todas tus noches, el querer lanzarte a la locura de escribir con la sangre de los muertos nocturnos, abandonarte, sin embargo debo decirte que no te conformes. No lo hagas...Estoy seguro de quién estás hablando y debo decirte que tienes el síndrome de la mosca electrocutada... Je, je.

iShé* dijo...

Al carajo con el gato y el de la sugerencia del gato. Israel, esto es muy hermoso. Igual eso de poner el semblante apático de cada mañana es una vacilada... es de esas cosas que son obvias. Charros, es un hermoso texto; tanto como si es real o la confesión fue imaginaria.

iShé* dijo...

Y una petición... ¿Cómo es el síndrome de la mosca electrocutada? Sounds fantastic! LOL

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

Julio Cortázar