18 de septiembre de 2006
Suicidio
Israel Piña
Recordar no es un acto sobre el pasado, sino sobre el preciso momento en que evocamos. No es una visión hacia lo anacrónico porque en el recuerdo nos vemos y verse es una acción en presente, es un verse hacerse y deshacerse. Se hace, inevitablemente, desde y en el presente, no desde el pasado, y en ello está en juego uno mismo y lo que se es. Mirarnos en el espejo de lo que fue nos da idea de lo que somos y, casi siempre, lo que —pese a nuestro necio deseo— no seremos nuca. El espejo interpela, a veces señala, casi siempre pregunta. Terrible. Nos miramos en un espejo resquebrajado en el que nos proyectamos incompletos, fracturados, enfrentados a nuestra pretensión de cerrarlo todo, incluyéndonos a nosotros mismos.Recordar no es asunto de pusilánimes, sino de estoicos suicidas o de personajes muy desfachatados que no temen amputarse algo de sí mismos en el intento, que no temen aventurarse al dolor de las llagas incurables en un tiempo en que todo sufrimiento está proscrito, en que la regla son las imágenes inconexas disfrazadas de completa verdad. Tanta información, tantos datos, al minuto o al instante, como para aliviar nuestro recelo por las fisuras, por el roce, aunque sea a tientas, con el vacío. Se trata de llenar y llenar y rellenar al infinito para no desbarrancarnos en la ausencia, menos en la propia ausencia. Importa la nota del día, la primera plana de hoy.¿Qué sentiste ayer? No sé, no quiero saberlo, no tengo la suficiente furia. Construir el recuerdo es mirarnos hechos trizas, sabernos a un océano de distancia de lo que debemos ser y, lo peor, es también recortarle poco a poco las puntas a lo que queremos ser. Por eso pocos son capaces de pegar un brinco hasta la memoria, porque en el aire se pierden las piernas, los ojos caen y los dientes se desprenden uno por uno, aunque nunca nada haya estado ahí.
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Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
Julio Cortázar
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